No puedo evitar que Lota me duela, en el corazón. No puedo hacerlo. Intento pasar, por encima de las cosas, pero los ojos de sus niños me lo impiden y me pregunto, como ellos, ¿Por qué? Tal vez Lota vive, entonces, en los ojos, abiertos, de sus niños preguntando. Yo he pasado por Lota y he sufrido, allí. También he cantado pero el eterno ¿Por qué? que no tiene respuesta no me ha permitido disfrutar de mi canto. Pero Lota está en todas partes. No sólo en la Octava Región de mi país. Está en el alma de los hombres explotados, en el quehacer bendito y no reconocido. Los vinosos apellidos también están en Lota,
convirtiendo, en oro, el trabajo de muchos sólo para unos pocos. Yo pasé por allí, amigo mío, y decidí este canto. Soy responsable, entonces, de todo lo que aquí cuente. No hay maldad en el canto de los hombres dije, una vez, desde algún escenario y la mano me golpeó, pero mi canto quedó vibrando, en el aire, para siempre. Yo te saludo, Lota. Con mi guitarra, humilde, te saludo y te canto. Eres ejemplo de valor y de esperanza. Eres el hoy y eres el mañana. Alguien deberá responder a mis preguntas. No puede ser que el mundo haya perdido la razón. No puede ser que el mundo haya perdido la razón.