Mucho, señora, daría por tender sobre tu espalda tu cabellera bravía, tu cabellera de gualda. Despacio la tendería, callado la besaría. Por sobre la oreja fina baja lujoso el cabello, los mismo que una cortina que se levanta hacia el cuello.
La oreja es obra divina de porcelana de China. Mucho, señora, te diera por desenredar el nudo de tu roja cabellera sobre tu cuello desnudo. Muy despacio la esparciera, hilo por hilo la abriera.